La creatividad es tan intensa desde el punto de vista emocional que quien está su merced parece subido (de manera permanente) a una montaña rusa y tan pronto está en las más vertiginosas alturas como en las más abismales profundidades.
1. Emoción: la promesa de lo nuevo
Estar encaramado a la cúspide de una nueva idea o hincarle el diente por primera vez a un “briefing” son experiencias absolutamente excitantes que hacen supurar adrenalina (y alegría) por todos los poros a quienes tienen la fortuna de estar todavía anclados en esta primigenia etapa.
En este primer estadio de la creatividad las posibilidades parecen ilimitadas y es el momento de galopar (como si no hubiera mañana) a lomos de las ideas y ver por qué derroteros nos llevan tales ideas.
El optimismo es abundante es esta primera etapa y hay, por lo tanto, que disfrutar, pero estando preparados en todo momento para una eventual caída en desgracia (que se producirá tarde o temprano).
2. Confusión: adentrándonos en la niebla
Cuando nos involucramos más en profundidad en el proyecto creativo que tenemos entre manos, empezamos a sentir que ese fulgurante brillo que nos acompañaba en los inicios comienza a desvanecerse para dejar paso a la realidad (que es inevitablemente lóbrega).
En esta etapa somos conscientes de que en la ecuación creativa entran muchas más cosas de las originalmente anticipadas. Y la enormidad de lo que tenemos por delante puede fácilmente sobrepasarnos.
Lo mejor para encarar con garantías esta segunda etapa es intentar escapar de la niebla (la que provocan nuestros obsesivos pensamientos) a través de la acción.
3. Esperanza: momentos de claridad
Llegados a este punto, la niebla se evapora y vemos por primera vez las cosas con perfecta claridad. Rebosantes de positivismo, sentimos que las musas están de nuestra parte y que nos guían en el largo camino que conduce a las mejores ideas.
En esta etapa es importante no dejarse embargar por un falso sentido de seguridad y desafiar los propios pensamientos para obtener el mejor resultado.
4. Desesperación: la crisis de confianza
En este cuarto estadio sentimos que somos un fraude y todas las ideas emanadas de nuestra cabeza (de chorlito) son más inútiles que otra cosa.
Para salir airosos de esta etapa es vital esforzarnos en acallar los demonios internos, desplegar nuestros puntos fuertes, y tener a bien a escuchar perspectivas ajenas a la nuestra para desencallar la creatividad (y lograr que ésta remonte el vuelo).
5. Aceptación de las (necesarias) transigencias creativas
A medida que la fecha tope se acerca, somos poco a poco conscientes de que muy probablemente no podremos acometer el proyecto como pensábamos en un principio y que tendremos que renunciar necesariamente a algunas cosas.
A la hora de transigir y dejar fuera de la ecuación determinados elementos es importante que seamos valientes para que nuestro proyecto no pierda en ningún momento su esencia (aquello que lo hace especial).
6. Alivio: hemos llegado a la meta
El proyecto que nos ha estado atormentado durante tantísimo tiempo (y que casi nos mata) ha llegado por fin a su fin. Es el momento de celebrar aquello que ha salido bien y también reflexionar sobre aquello que no salió tan bien (y que es susceptible, por lo tanto, de mejoras).
Fuente: MarketingDirecto
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